REFLEXIONES DEL PASTOR
DOMINGO 26-7-2015
XVII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO
NO SOLO DE PAN VIVE EL HOMBRE
Jn 6, 1 – 15
La mayoría de los cristianos que nos encontramos los domingos en Misa es habitual en esta celebración. Las estadísticas nos dan el nombre de “practicantes”, pero nadie nos plantea si somos meros cumplidores de un mandamiento de la Iglesia o si somos verdaderos y auténticos seguidores de Jesús.
El Evangelio de este domingo comienza diciendo que a Jesús le seguía mucha gente, “porque había visto los signos que hacía con los enfermos”. Toda esta muchedumbre va a ser testigo de otro signo: la “multiplicación de los panes”. Para todos ellos, alguien que es capaz de hacer tales signos, debe ser coronado como rey. Pero Jesús, ante esta reacción, se retira a la montaña, él solo.
Jesús habla y actúa para todos, pero la respuesta de cada uno va a ser diferente. Todos nosotros escuchamos y vemos, cada domingo, la misma Palabra de Dios, y el mismo signo del pan de vida repartido para todos. Pero la respuesta, la vida de los cristianos no es la misma. El relato de la multiplicación de los panes y de los peces que se proclama en el Evangelio de este domingo le sirve al evangelista como introducción al discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. Algunos escrituristas comentan este capítulo diciendo de él que Juan se está refiriendo a la Eucaristía, puesto que luego, en la cena de despedida, este evangelista no mencionará la institución de la misma como hacen los evangelios sinópticos.
Juan hace algunas referencias: la proximidad de la Pascua, la acción de gracias sobre los panes, el recoger los pedazos sobrantes, el montarse en grupos. Qué bien puede ser referencia al tema de la celebración de la Eucaristía que hacían aquellos primeros cristianos después de la muerte y resurrección de Jesús. Además, no solo se habla en el capítulo de comer su pan, también dirá beber su sangre.
Partiendo pues de la necesidad de comer pan para vivir cada día y de la posibilidad de hacerlo con lo que tenemos: 5 panes y 2 peces que uno pone a disposición de todos, los seguidores de Jesús descubrimos la necesidad de otro alimento que dé el verdadero sentido a nuestra existencia como creyentes (“no solo de pan vive el hombre”) y nos ayude a descubrir con otras personas la vida del mundo, la dignidad de todos los seres humanos.
Cuando Jesús se retira al monte, él solo, los discípulos cogen su barca (su trabajo de cada día, pues eran pescadores) y se marchan a la otra orilla; vuelven hacia la sinagoga representación de la seguridad de la ley, y del maná de Moisés y de los doctores, pero se desencadena la tempestad y van a necesitar la referencia de Jesús que va a poner como siempre, delante de ellos y conducirlos hasta que aprendan cuál es el verdadero alimento y quién es el que puede darlo.
También nosotros terminamos la celebración de la eucaristía dominical, cumplimos con el precepto y nos volvemos a nuestras seguridades cotidianas como si no hubiera pasado nada. En el acontecer de nuestra vida y de la vida de la sociedad nos movemos en un mar de problemas, de dificultades, de desencuentro entre las personas sin que nuestro actuar, nuestra relación con otros, nuestros planteamientos sociales, económicos, políticos, eclesiales incluso tengan algún tipo de referencia a Jesús y a su Evangelio del Reino.
En estos tiempos que corren es necesario que los creyentes nos juntemos alguna vez más durante la semana para profundizar en el mensaje y en el actuar de Jesús, para rescatar nuestra vida del “mar” de la prisa, del consumismo, de la eficacia inmediata, para escuchar sus palabras que son vida y nos dan la vida.
Que los cristianos, en principio y todas las personas, lleguemos a estar unidos no depende del mantenimiento estricto de los ritos y de la ortodoxia en las doctrinas; esto solo lleva a la uniformidad con los de tu grupo o Iglesia y a la disensión con los que no piensen lo mismo.
La verdadera unidad parte del Espíritu, nos dice Pablo en la segunda lectura de este domingo, es un don y una tarea que reciben toda la comunidad de creyentes. Todos hemos acogido al Espíritu cuando hemos aceptado la manifestación amorosa de Dios Padre, a través de la vida, la muerte y la resurrección de su hijo Jesucristo, y en ella vivimos el transcurrir de nuestra historia personal y de la historia colectiva de todos los hombres y con todas las mujeres.
Con el alimento que hemos recibido, el Pan de vida y la Palabra que salva, somos enviados a nuestro mundo para comunicarles que el objetivo de nuestra vida no es almacenar, sino compartir.
Que tenemos que ser testimonio de una caridad solidaria que en estos momentos nos exige el país en el cual vivimos.
+Roberto de Coro
@MonsLuckert