Reflexiones del pastor. Corazón de carne. Domingo, 4/10/2015

REFLEXIONES DEL PASTOR
DOMINGO 04-10-2015
XXVII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

CORAZÓN DE CARNE
Mc 10, 2 – 15

No conocemos con la precisión necesaria lo que de hecho ocurría en tiempo de Jesús referente a las situaciones de repudio. Con fundamentos, se sospecha que se daban importantes diferencias entre los comportamientos de la clase social alta e ilustrada y los pobres analfabetos. Las presiones exigidas en la elaboración y tramitación del acta de repudio no parece que tuviesen al alcance de todos.


Sería un gran error de partida el pasar por alto que con los mismos vocablos que usaban entonces estamos designando hoy realidades muy distintas de aquellas. “Matrimonios” y “mujer” no tienen entonces que ahora el mismo significado. En la Palestina de aquel tiempo, la mujer era una posesión del esposo. El pretendiente compraba al padre la hija con la que se quería casar. El padre era dueño absoluto. La hija era una propiedad suya. Lo mismo que un esclavo. Tras los desposorios la mujer pasa de ser propiedad del padre a ser propiedad del esposo. El contrato, por tanto, no es entre el esposo y la esposa sino entre el pretendiente y el padre, dueño de la novia. Como vemos algo bien distinto de lo que hoy entendemos por matrimonio. Se nos olvida con facilidad que José y María pasaron por estos trances. Después de los desposorios, solo el esposo puede dar acta de repudio en el que deja de reconocer a la mujer como esposa suya. La lapidación con muerte a piedra, para las desposadas y estrangulamientos para las casadas era la pena por adulterio. Por otra parte el divorcio llamémoslo así, se entendía como uno de los privilegios que Dios había dado a su pueblo.

Si tenemos en cuenta los hechos referidos, resulta por lo menos dudoso que de este pasaje pueda deducirse una normativa institucional eterna e intransigente que convierta el matrimonio en una institución “blindada”, es claro que la forma de familia es un producto cultural. Cuando no admitimos que exista una estructura política o económica revelada por Dios, resulta extraño que una forma concreta de familia sí que lo sea. Ello solo podríamos hacerlo practicando una lectura literalista de la biblia. Jesús no determinó una institución matrimonial especial. En las comunidades paulinas el matrimonio era una realidad profana que se vivía en el Señor. Tiene un valor dentro de la salvación, pero no es una institución específicamente salvífico-cristiana. Cuando las circunstancias culturales son otras, cuando las palabras significan otra cosa, lo importante es contestarnos ¿qué diría hoy la primitiva comunidad que escribió este pasaje? “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”.

Deja claro el interés de Jesús se centra en el hombre y no en las instituciones, los ritos y el culto sus encarecimientos de la voluntad de Dios se ordena a que el hombre se abra al hombre y lo trate como tal. Lo que claramente condenó Jesús en la dureza de corazón, la falta de sensibilidad humana. Echar a la calle a la mujer era casi condenarla a muerte, tratarla como un objeto sin derechos, era no querer ver que es “carne de mi carne”. Pero ¿no puede consistir hoy la dureza del corazón el poner la institución matrimonial por encima de las personas? Es claro que Jesús defiende a la mujer frente a la religión de su tiempo. También en esto necesitamos una mayor sensibilidad, ser más expertos en humanidad. La nueva conciencia igualitaria y emancipadora puede ayudar a una Iglesia que proclama la igualdad de todos los hijos e hijas de Dios e incluso saca las consecuencias de que en Cristo no hay varón ni mujer, porque en su funcionamiento institucional, sigue discriminando – aunque sea por motivos aparentemente muy sublimes, pero, en definitiva por pura inercia histórica a la mujer.

Esta es la línea que percibo de las declaraciones del Papa Francisco. Tenemos que incorporar las exigencias del matrimonio cristiano dentro de esta cultura cambiante, pero defendiendo la institución y la estabilidad de esa misma familia.
En la eucaristía agradecemos y celebramos el amor que Dios nos tiene y, por tanto, la capacidad de amar que Él ha puesto en nosotros. El amor a la familia, la amistad, la solidaridad con cercanos y lejanos y también el cuidado de la naturaleza tienen su origen en Dios, es su presencia en el mundo, cuidemos y potenciemos esta capacidad de querer en nosotros y en nuestro entorno.

Pase lo que pase Dios no se divorcia nunca de nosotros, su amor gratuito no nos falla nunca. No se trata de que vayamos imponiendo a los demás nuestra visión del mundo, se trata de tener un corazón sensible y de responder a las llamadas que hasta él nos llegan.

 Oremos por este segundo Sínodo de la Familia que celebraremos en este mes de Octubre.

+Roberto de Coro
​@MonsLuckert​