REFLEXIONES
DEL PASTOR
DOMINGO 21-6-2015
XII DOMINGO
TIEMPO ORDINARIO
¿TENER
MIEDO?
Mc 4, 35 –
40
Sabemos que
el miedo y la fe son dos cosas que lamentablemente no se pueden unir. Pero,
ciertamente, es mucho más fácil decirlo que vivir esa convicción día a día. Lo
que nosotros experimentamos continuamente, en nuestro propio cuerpo y mediante
todas nuestras maneras de sentir, es el miedo: miedo a perder el puesto de
trabajo, miedo a que desaparezca la salud, miedo a no ser felices o vernos
privados de cariño o de amistad, miedo a la inestabilidad económica, social,
política que vive el país… “Sobre el miedo despliega el mal su poder tratando
de mantenerlo y expandirlo…”. Es curioso descubrir – lo cual solo está al alcance
de ciertas personas - cómo muchos se encomiendan a lo divino, a lo santo, en
fin, a lo sagrado para invocar ayuda cuando sienten miedo, angustia, ansiedad
inseguridad.
Es curioso,
incluso, observar cuántas personas rezan, van asiduamente a misa, participan en
muchos actos religiosos… pero fuera de la Iglesia y de sus rezos pasan miedo,
mucho miedo con harta frecuencia, especialmente en estos días de gran
dificultad y de grandes crisis que vive Venezuela. Quizá los que nos creemos
muy cristianos tampoco hemos aprendido nunca a celebrar realmente la liturgia,
especialmente el domingo, la eucaristía, el encuentro con Cristo y la
comunidad, porque eso es una auténtica celebración y encuentro de fe se
convierte en paz y sosiego de cara a la ardua y difícil marcha de la vida en
nuestro país… O sea, lo que se llama un respiro, un sosiego, una tranquilidad.
Deberíamos
preguntarnos: ¿Miedo o falta de fe?
Deberíamos
intentar tener muy claro que es una contradicción profunda participar
comunitariamente en la mesa del Señor y vivir sin Él al margen de los hermanos,
el resto de la semana, llevando una vida angustiada, endureciendo el corazón,
inseguro ante todos los acontecimientos de la vida. Por desamor. En este
fenómeno un pecado que la Biblia explica desde su raíz: es el pecado de la
falsa relación con Dios. En el fondo de ese pecado se asienta una profunda
incredulidad. Es la incredulidad ante el tipo de persona que es Dios, es la
incredulidad de los discípulos de Jesús, a los que Él había llamado por su
nombre, esto es como dice el salmista – creyente hasta la médula, claro está:
“porque tú, Señor, me sondeas y me conoces; tu sabes de lo más hondo de mí y
nada de mi interior más oculto se te escapa…”. Que los discípulos estén en la
barca solos con el Señor y tengan miedo es sencillamente incredulidad.
Sentir de
cerca al Señor tiene como resultado un creyente que se acepta mejor a sí mismo
y que se compromete más profundamente con su fe en todas sus dimensiones.
Sentir de cerca al Señor proporciona fuerza para afirmarse a sí mismo y poner
de relieve, precisamente, la fuerza invencible de quien le sostiene a uno con
poder. Y esto que decimos del cristiano podemos decirlo de toda la Iglesia, que
en la confianza se hace por sí misma feliz invitación a todas las personas a
montar en una barca segura para esta travesía de la vida, a la que todos los
mortales acabamos por temer antes o después.
El espíritu
de Jesús es el único motor seguro para que un barco emprenda una larga travesía.
Montar ese barco solo lo hará quien vea
en los pasajeros que van en él y sobre todo, en la tripulación que la gobierna,
la confianza y la alegría de verse así enrolados en ese viaje. Testimoniar la
seguridad del vehículo que el Señor ha puesto en nuestras manos para travesar
la vida es una tarea muy importante de los pasajeros. Y una tarea que no
siempre resulta la más fácil, pero si ineludible en términos de fidelidad.
El Espíritu
de Jesús ha de ser el viento que hinche las velas de esta nave que es nuestra
comunidad eclesial venezolana. Movido por otras energías no será fácil la
llegada al feliz puerto que tanto anhelamos. No olvidemos que con falta de fe y
con la sensación de andar perdidos no haremos feliz nuestra travesía y, por
supuesto, no seremos invitación a emprender viajes con nosotros.
Confiemos en
Jesús que ciertamente no fallará si nos embarcamos en su barca para llegar a
puerto seguro.
+Roberto de
Coro
@MonsLuckert