REFLEXIONES DEL PASTOR
DOMINGO 14-6-2015
XI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO 14-6-2015
XI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO
SEGURIDAD Y CONFORMIDAD
Mc 4, 26-34
Mc 4, 26-34
La vida, como la siembra de la semilla en el campo, es un
acto de confianza. Antes de actuar, sobre todo cuando se trata de
asuntos muy importantes, el hombre procura atar todos los cabos pero
siempre le quedaría un cabo suelto y no haría algo en absoluto si no
tuviera un mínimo de confianza. De hecho, confiamos constantemente en
muchas cosas: en la salud, en las propias fuerzas, en los instrumentos
que utilizamos. En especial necesitamos confiar en las personas, cuyo
comportamiento no podemos nunca prever.
Es lógico que el hombre aspire a alcanzar cada vez cuotas
más altas de seguridad en el manejo de las cosas; evitando riesgos
innecesarios y sometiéndolas con mayor eficacia a su control. Pero lo
único que podemos desear en las relaciones humanas es que aumente la
confianza. Precisamente es la falta de confianza el deseo de sentirse
seguros frente a otras personas, lo que nos impide iniciar unas
auténticas relaciones humanas y lo que, una vez establecidas, pueden
llevarlas inexorablemente al fracaso.
Ahora bien, la confianza ha de ser absoluta en nuestras
relaciones con Dios. Porque Él es para nosotros el misterio de la
libertad infinita y soberana que dispone de nosotros. La confianza en
Dios, el abandono a su santa voluntad, es el principio y fundamento de
toda confianza autentica en el prójimo y el motivo último que nos anima a
aceptar el riesgo de la vida. Si el creyente es el que tiene menos
desengaño en este mundo, ha de ser en todo caso el que demuestra una
mayor confianza.
Jesús toma de la vida corriente dos parábolas sencillas
para enseñarnos a confiar en Dios por encima de todo. La primera es la
parábola de la mies que “crece sola” sin que se entere el sembrador,
desarrollando una fuerza incontenible hasta el día de la cosecha, cuando
se mete la hoz. Nos advierte esta parábola que el Reinado de Dios a fin
de cuenta es gracia y no simple resultado de nuestros esfuerzos. Por lo
tanto, que vendrá sin que nada ni nadie pueda detenerlo. Porque Dios lo
quiere y lo ha prometido.
En la segunda, la del grano de mostaza, nos dice que no nos
dejemos engañar por las apariencias porque en el fondo de la realidad
hay una semilla poderosa cargada de promesas. ¿Qué es un grano de
mostaza? Casi nada, inapreciable, insignificante, el ejemplo de lo más
pequeño. Pero el grano de mostaza se convierte para sorpresa y gozo del
hombre en el mayor de los arbustos. Así sucede también en el Reino de
Dios. Un día cuando llegue el “día del Señor” se ha de manifestar su
magnitud y sus verdaderas dimensiones.
En estos momentos de crisis que vive Venezuela la Iglesia
ha de inspirar confianza; la Iglesia no es el Reinado de Dios que nos
habla Jesús en parábolas, pero es el sacramento, el signo de ese
Reinado; es decir, la señal y el instrumento que ha de estar al servicio
del Reinado de Dios. Por eso ha de tener confianza y ha de inspirar
confianza.
Cuando hablamos de la Iglesia, si somos cristianos, no
podemos considerarnos fuera de lo que hablamos. Porque la Iglesia sin
los creyentes es pura abstracción. Por lo tanto, si la Iglesia ha de
tener confianza somos todos nosotros los que debemos confiar en la
medida de nuestras debilidades y a pesar de todos nuestros fracasos.
Esto significa que debemos tener la audacia y el coraje de arriesgarnos
cuando nadie arriesga, de apostar por lo que nadie apuesta en este
mundo. Significa que tenemos que hacer de la Iglesia, que tenemos que
hacer de nuestra comunidad un acto de confianza y no un sistema de
seguridad para gente miedosa.
Solo así podemos inspirar confianza a los cristianos de
Venezuela y contagiar a todos de aquella confianza que nosotros mismos
hemos recibido y que no se funda “en los carros ni en el músculo del
guerrero violento”, sino en el Señor.
Tener confianza no es estar confiado sin hacer nada, sino
hacer todo lo posible esperando lo imposible. Es nadar cuando se sabe
que se puede nadar y guardar la ropa es sembrar cuando se sabe que el
crecimiento de la mies no depende de nosotros, es caminar más allá de
todas nuestras seguridades y precauciones. Porque la confianza comienza
cuando acaba la seguridad.
Hace falta mucha imaginación para ver la cosecha cuando se
hace la siembra. Hoy es la siembra del Reino de Dios. Y, naturalmente,
vemos nada. Pero un día se manifestará ese Reino y granarán todas
nuestras esperanzas. ¿Por qué tenemos miedo? ¿No será que somos hombres
de poca fe? La Iglesia solo puede inspirar confianza a los hombres si
arriesga donde nadie se atrevería a arriesgar. Por desgracia, la Iglesia
también prefiere a veces la seguridad. Y esto sí que desanima.
Necesitamos una Iglesia más joven que no tema emprender la
aventura del éxodo y correr el riesgo de la libertad en estos momentos
de gran dificultad nosotros tenemos que vivir la confianza a plenitud en
el Señor, que nunca nos va a fallar.
+Roberto de Coro
@MonsLuckert
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