Reflexiones del pastor. La Iglesia, lugar de encuentro. Domingo, 3/5/2015

REFLEXIONES DEL PASTOR
DOMINGO 3-5-2015
V DOMINGO DE PASCUA

LA IGLESIA, LUGAR DE ENCUENTRO
Jn 15, 1 – 8

¿A dónde ir? Parece muy evidente que ningún ser humano se encuentra donde quiere, pues todos vamos detrás de nuestros deseos y proyectos, cuando no huimos de nuestros temores y necesidades. En este caso es de suma importancia hacerse la pregunta ¿por qué el fin?, si no queremos perder el tiempo del sentido de la vida. Y si no queremos perder también la libertad, porque solo es libre quien sabe a dónde va.


En estos momentos de confusión cuando iniciamos un proceso electoral en Venezuela cabría preguntarnos a dónde ir.

Hoy vivimos en una sociedad muy complicada y altamente tecnificada. En ella se investigan los medios, pero con demasiada frecuencia se ignoran fines: ¿hemos de taparnos los ojos porque es mejor no ver nuestro propio camino? Luego, decidimos que podemos movernos a nuestro antojo, elegir lo que queramos. Pero, ¿sabemos a dónde vamos y elegir lo que queramos? Y, si no lo sabemos, ¿somos libres?

Si a pesar de todas las presiones sociales conseguimos abrir los ojos, habrá amanecido para nosotros el día de nuestra liberación, porque el primer acto de libertad es ver y descubrir uno mismo su propia vocación. El que ve con toda penetración sabe que Dios es el lugar natural del hombre, su cobijo estable y definitivo, y si no va en su busca para echar raíces en Él, el camino que ande a tontas y a ciegas se convierte en un callejón sin salida. Abramos los ojos, el momento es apremiante. Venezuela necesita que busquemos el camino para resolver los gravísimos problemas que tiene.

San Juan nos transmite una afirmación absoluta de Jesús: la de la vid y los sarmientos, o sea, la unión a él. Una afirmación como la de “Yo soy el camino” o “yo soy el Pastor”… la luz arrojada a nuestra existencia a partir de ahí no deja lugar a dudas, porque no se trata ya solo del cómo, sino del dónde. Con Él, junto a Él, hasta la “vida”, hasta el fin “natural” del transcurrir, del caminar.

Estar unidos con Jesús es conocer el corazón de Dios.  Jesús se ha identificado con los pobres: “lo que hagas a uno de estos, a mí me lo haces”. Y ha prometido el Reino de Dios a los pobres. Quien ve, pues, a Dios en los pobres, es porque está unido a Jesús. El discípulo intenta no ser menos que el Maestro, tampoco más.

Vivir como Jesús vivió es vivir por los demás, dar la vida y lo que es menos que la vida para construir de forma solidaria, con todos, la gran fraternidad. Porque así, saliendo al encuentro de cualquier otro, es como salimos al encuentro del Otro – del Padre – en donde está la vid definitiva y nuestro definitivo descanso. El camino a Dios solo es posible en la medida que nos acerquemos a los otros, pero muy especialmente a los menos importantes o incluso marginados: pobres, débiles y rechazados… de ahí que debamos entender nuestra vocación – Dios llama a cada uno por su nombre – como algo que se ha de realizar en el amplio horizonte de una convocación universal: porque una es la casa en que hay muchas moradas, la casa de Dios, Padre nuestro.

Los primeros discípulos ofrecieron al mundo un modelo de fraternidad unidos a Jesús, como los sarmientos a la vid. Viviendo como Jesús, por los demás, aprendieron a superar las diferencias y a resolver los conflictos haciendo prevalecer la solidaridad. Organizaron la convivencia para favorecer la vida, no para complicarla; para fomentar la comunión entre hermanos, no para vivir de las diferencias, de los rangos y de los privilegios.

Los primeros cristianos construyeron la comunidad sobre el único cimiento estable, sobre la verdadera vid que es Jesús. Y de ahí, naturalmente, no podía ser de otra manera, cabían todos y no sobraban ninguno de los que Dios les iba dando como hermanos.

No es de extrañar que ese fundamento (Cristo resucitado) es una apuesta por la vida y una garantía de conseguirla para siempre, se fomente la vida de todos en lugar de negarlas o escamotear a muchos lo que es indispensable para la vida: bienes, relación acogedora y comprensiva, amor fraterno.

La permanencia en Jesús facilita nuestras empresas humanas: aquello que todos queremos hacer como frutos de justicia y honestidad; aquello que tanto echamos en falta para la paz, la equilibrada y solidaria convivencia social, la comprensión y la fraternidad.

Nosotros hoy en día quizá tenemos que inventar muchas cosas para ser buenas personas y buenos cristianos; tenemos que inventar casi todo, menos la raíz.

+Roberto de Coro
@MonsLuckert