REFLEXIONES DEL PASTOR
DOMINGO 12-4-2015
VICTORIA DE LA FE
Jn 20, 19 – 31
Por aquello de las circunstancias, la clandestinidad es una de esas palabras que ha venido a dar con sus huesos en el cementerio de lo prohibido. Tanto es así que todo cuanto se hace en la oscuridad o en la llamada clandestinidad es tildado de malo, de subversivo, de enemigo, “de clandestino”, de ilegal. Como si el delito radicase en el modo, que es la clandestinidad, y no en lo en que ella se fragua, que puede ser o no delictivo como es el caso de la defensa de la democracia.
Porque lo cierto es que la clandestinidad es a veces no más que la penumbra de secreto y respeto que protege todo cuanto abre paso a la vida y al interés general, aunque también puede ser en ocasiones la sombra con que se protegen ciertos intereses inconfesables como es la corrupción. Aunque también crezcan en ella todos los monstruos creados por el hombre, en ella nacen los hombres y todas las creaciones humanas que deciden el progreso, el bienestar y la libertad.
Esa clandestinidad, fecunda y funcional por más que reprimida, está en razón inversa de la apertura, pero no depende de ella, sino que ambas dependen de la fe, de la capacidad y entusiasmo para abrir camino a la vida y de la resistencia y paciencia para contrarrestar la represión, la violencia.
Un pueblo que tenga vida propia no puede, ni debe esperar a que los hombres que hacen las leyes concedan mayor o menor apertura, sino que debe salir de la clandestinidad y exigir que la apertura sea reconocida por las leyes, sin otra limitación que la justicia. Pues apertura no es lo que nos dejan hacer, sino lo que efectivamente hacemos. Y, eufemismo aparte, la apertura no es sino el espacio de la libertad.
Y la libertad no se le tiene que conceder al pueblo, se le tiene que reconocer. No se puede reducir un pueblo a servidumbre, pretextando que no está maduro para la libertad. Nadie está preparado para vivir hasta que nace. Y nadie está preparado para la libertad hasta que no es puesto en libertad.
Si el hombre solo puede llegar hasta donde le permitan otros hombres, está claro que ese hombre nunca podrá llegar hasta donde tiene que ir; pues Dios es quien le llama, no los que, abusando de su poder, dejan de servir al pueblo para servirse de él.
Hemos celebrado con alegría la resurrección del Señor, ahora el Señor espera de nosotros que demos testimonio de su Evangelio con mucho valor, con mucha divinidad y fuerza, entendiendo que la resurrección es libertad para el creyente.
Sabemos que no es fácil y que vamos a enfrentarnos con muchas dificultades y aun con la persecución y la incomprensión. Sin embargo, debemos convencernos de que la fe, nuestra fe en Jesús resucitado, es la victoria que vence el mundo. Vivamos con alegría la esperanza de la liberación por Jesús el Señor.
+Roberto de Coro
@MonsLuckert