Reflexiones del pastor. Rey de amor. Domingo, 23/11/2014

REFLEXIONES DEL PASTOR
DOMINGO 23-11-2014
XXXIV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

REY DE AMOR
Mt  25, 31 – 46

Las guerras, el terrorismo, la explotación, la represión, la violación de derechos humanos son crímenes contra la humanidad que claman al cielo. En el día del juicio todos seremos juzgados por nuestro amor o falta de amor y misericordia.

El juicio final que nos anticipa el Evangelio es una llamada al juicio particular, al examen de conciencia para recuperar el amor y revestirnos de entrañas de misericordia, que es el sentido de esta fiesta hermosa con la cual concluimos el año litúrgico: la celebración de Cristo Rey de misericordia.

Fue, sin duda, ejemplar el juicio de Nüremberg, para juzgar los crímenes de guerra de los vencidos. Acaba de serlo también el de la Haya para condenar a los autores de crímenes contra la humanidad en la ex Yugoslavia. Pero… ¿y los crímenes contra la humanidad en Burundi, en Ruanda? ¿Y los de Vietnam o Corea? ¿Y tantos otros en tantos países pequeños, desconocidos, silenciados por la prensa?

¿Qué tribunal se va a encargar de juzgar los crímenes por obra y omisión contra la humanidad? Tales como el hambre y la sed, la miseria y el analfabetismo, la represión contra los inmigrantes, las deportaciones, las enfermedades y mutilaciones de las guerras y  armamentos, las persecuciones, exterminios y encarcelamientos injustos y arbitrarios como el caso de Venezuela.

De momentos Amnistía Internacional aparece para levantar acta, año por año, país a país, de los crímenes contra la humanidad, violación de los derechos humanos fundamentales en el mundo. Las cifras producen escalofríos. Sus denuncias ocupan un día las primeras páginas y los primeros espacios de los medios de información. Pero los crímenes denunciados prescriben al día siguiente en el silencio más absoluto. Y sin embargo, habrá que pensar en un verdadero tribunal internacional, al servicio de la dignidad humana, más allá de los intereses políticos, económicos y estratégicos de la súper potencia, que juzgue, denuncie y dicte la orden de busca y captura de tantos responsables del hambre, de la sed, de la miseria, de los refugiados, de los movimientos migratorios, de prisioneros injustamente maltratados…

Es un juicio que no puede dejarse para el final solamente. Porque ha de funcionar desde el principio. Se trata de un juicio providencialmente anticipado en el Evangelio. Un juicio que compromete a la Iglesia y a los cristianos. Un juicio que nos concierne a todos como presuntos implicados. El juicio, el juicio final corresponde al Señor. Pero a la luz de ese juicio, esclarecido en el texto de Mateo debemos ya emprender nuestra propia autocrítica. El Evangelio de hoy nos hace llamar la atención en esa forma de identificarse que tiene Jesús de sí mismo  con los pobres, con los que tienen hambre y sed, con los que sufren y son extranjeros.

Al leer o escuchar este domingo el texto del Evangelio uno se queda sin escapatoria para seguir con distingos y pretextos para pasar de largo ante el prójimo. Aquí Jesús aplica lo que él mismo había anunciado: el primer mandamiento es amar a Dios, pero el segundo es semejante, es amar al prójimo. Y Jesús aquí se nos hace prójimos en todos y cada uno de los seres humanos. De manera que los cristianos no tenemos excusa para desatendernos de la pobreza, de la marginación, de las migraciones, de los presos injustamente presos, de las víctimas de todo eso. 

Esa identificación resulta sorprendente tanto para los buenos como para los malos. Los primeros se sorprenden, porque nunca podían creer que Jesús iba tan en serio al identificarse con el pobre. Los pobres son el lugar teológico para el encuentro efectivo con Dios en este mundo. Pero también es sorprendente para los malos, porque todas sus excusas, todas sus coartadas para justificar lo injustificable, quedan al descubierto. El que no ama a su prójimo, al que ve, tampoco ama a Dios, a  quien no ve. El mensaje del Evangelio es pura claridad.

Jesús no es un rey lejano o que se desentiende de nosotros. Se ha hecho uno de nosotros y está a la altura de nuestro amor y de nuestra misericordia con el prójimo. Jesús es el rey del amor, es el rey de la justicia, es el rey de la misericordia.

+Roberto de Coro
@MonsLuckert