Reflexiones del pastor. No estamos solos, el Señor está con nosotros. Domingo, 25/5/2014

DOMINGO 25-5-2014
VI DOMINGO DE PASCUA

NO ESTAMOS SOLOS, EL SEÑOR ESTÁ CON NOSOTROS
Jn 14, 15 – 21

El evangelio de este domingo: la Buena Noticia es la presencia del Señor resucitado. El Señor vive y está con nosotros, y nosotros estamos con Él. En su nombre nos hemos reunido y así ha sido nuestro saludo al comenzar esta eucaristía.

En el evangelio Juan nos recuerda el discurso de despedida del Señor la noche del Jueves Santo y la víspera de su pasión y muerte. En esas palabras, Jesús interpreta su muerte como Pascua, como retorno a la casa del Padre y los consuela. La muerte no les separará, porque resucitará y volverán a verlo.


Tampoco su vuelta a la casa del Padre implica alejamiento, separación. Se va para volver y mientras tanto permanece con nosotros su espíritu. Esa es la  promesa, esa es nuestra esperanza. No hay razón alguna para el abatimiento o la nostalgia. No estamos solos, el espíritu de Jesús sigue con nosotros.

En la primera lectura se nos recuerda la misión de Felipe en Samaria. Sus desvelos se ven confirmados por Pedro y Juan que imponen sus manos  sobre los bautizados por Felipe para significar que han recibido el Espíritu Santo. Como bautizados también nosotros hemos recibido el espíritu de Jesús, también a nosotros nos ha confirmado el obispo este don del espíritu el día en que se nos confirmó.

Es momento de actualizar y revivir esa experiencia inefable. El Señor está presente en su Iglesia, está en cada uno de nosotros por su espíritu, de modo que somos templo del espíritu, sacramento de Jesús, morada de Dios. Somos, es decir, tenemos que ser, porque tenemos que vivir de acuerdo con lo que ya somos, pero aún no se ha manifestado.

Tenemos que vivir esa presencia, raíz de nuestra autoestima, pues es el fundamento de nuestra dignidad de hijos de Dios y de nuestra responsabilidad en la familia humana. Esa experiencia gozosa de vida divina tiene que impulsarnos, que se trasluzca, que irradie, se comunique y se contagie a nuestro alrededor.

Todos los bautizados hemos recibido el mismo espíritu: el de Jesús. De modo que así como debemos agradecer a Dios este don con gozo y responsabilidad, así también debemos reconocerlo y respetarlo y estimarlo en nosotros tratando de establecer entre todos relaciones de fraternidad.

El apóstol nos insta a que glorifiquemos a Cristo con nuestros corazones, dando razón de nuestra alegría y de nuestra esperanza. De suerte que nuestro gozo por tener al Señor, nuestra esperanza en su retorno, nuestra vida de resucitado con Cristo, no se quede en pura vivencia interior mística, sino que trascienda al exterior, aflore en nuestras acciones y transforme nuestra vida en testimonio de la presencia de Dios. No se trata solo de hacernos lenguas de la maravilla del espíritu en nuestros corazones, se trata de obrar de modo que esas maravillas estén patentes a todos los que quieran mirar. Es el compromiso que tenemos todos en la Iglesia, en reciprocidad para ser y aparecer como la familia de Dios.

Pero es también el compromiso de toda la Iglesia respecto al mundo entero. En las palabras de Jesús que hemos escuchado se nota la misma preocupación que en la parábola del Buen Pastor al hablar de las otras ovejas, que también han de escuchar su voz. Jesús reconoce que el mundo no puede recibir el Espíritu, porque no ve ni lo conoce. Y nos responsabiliza a nosotros, que si lo hemos recibido y lo sentimos en nosotros, para que ayudemos a los otros a ver y a reconocer para poder recibir su espíritu. Eso es la razón de la esperanza.

El Señor está con nosotros por su espíritu que hemos recibido el día de nuestro bautismo y de nuestra confirmación. Por eso debemos estar con el Señor y por el Señor para que nuestra vida deje traslucir al mundo entero nuestro gozo y la gran esperanza en la promesa del Señor, que ha de volver.

+Roberto de Coro
@MonsLuckert