Reflexiones del pastor. Quédate con nosotros, Señor. Domingo, 4/5/2014

REFLEXIONES DEL PASTOR
DOMINGO 4-5-2014
III DOMINGO DE PASCUAS

QUÉDATE CON NOSOTROS, SEÑOR
Lc 24, 13 – 35

El evangelio de hoy nos presenta una historia hermosa. Es la historia del camino de Emaús que aborda una cuestión que surge en toda vida humana: ¿cómo puedo vivir en un mundo en el que nuestras mayores esperanzas quedan frustradas? ¿Cómo puede ser Jesús luz y salvación en las horas oscuras de mi vida? Esta reflexión de hoy es muy valedera para la situación que vivimos actualmente los venezolanos.

Estos discípulos están todavía bajo la impresión de la catástrofe del viernes santo. Con la muerte de Jesús en la cruz, había muerto también para sus discípulos todo en lo que habían creído hasta entonces. ¿No era Jesús el mesías? ¿Todo el trabajo y el esfuerzo de los últimos años no tenía sentido? ¿Los ha dejado Dios abandonados? ¿En qué debemos creer ahora? ¿No han perdido unos años de su vida, tres años de tras del supuesto mesías?


Todo anda entremezclado en sus corazones: tristeza, dolor, miedo, ira, aflicción y la esperanza secreta de que todo esto no sea más que un mal sueño. Su mundo se ha hundido. Dios los ha abandonado.

Si uno afirmase que no ha tenido estas experiencias de crisis en su vida, viviría en las nubes. La narración no ha perdido nada de su fuerza de atracción porque los sentimientos de los dos discípulos reflejan lo que oprime hoy a muchos fieles, a muchos venezolanos. En todas partes se encuentra Emaús en el camino de la vida.

Nuestras decepciones con la Iglesia: las muchas esperanzas en el Concilio. ¿Que ha sido de ellas?
Nuestras decepciones en la fe: unos tropiezan con sus destinos. Dios no los ha escuchado…. Otros andan desconcertados con la Iglesia que no concuerda con el evangelio. Y andan desconcertados con Dios. Otros arrojan la fe a la basura.

La imagen del Señor que va con ellos sin que lo reconozcan es el centro de la buena nueva. No recorren el camino solos. Jesús recorre con ellos el camino de la desesperanza. Cuando se te ha hundido el mundo, cuando el sufrimiento en la vida amenaza con superar tus fuerzas, cuando sufres por la aparente ausencia de Dios, cuando ya no ves ningún sentido, Dios está a tu lado. Cuando crees que está muy lejos, está muy cercano. La experiencia de un Dios fiel acompañante le hace decir al salmista: “el Señor es mi pastor…  aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo”, Salmo 23.

Las esperanzas de los de Emaús no se han cumplido. Si quedaba alguna chispa de esperanza, ya estamos hoy en el tercer día. Con Jesús se ha fracasado. Fue un error apostar por un hombre, fue un error apostar por él como mesías político, o como revolucionario social, o como mago religioso.

En tanto colocan todas sus esperanzas en el hombre también en Jesús como hombre, en tanto cuentan con paraísos terrenos, se vuelven ciegos para la realidad de Jesús. Nuestras falsas esperanzas nos engañan cuando miramos las cosas solo naturalmente.

Jesús no hace una breve demostración, más bien hace el camino con los discípulos. Entra en su desconcierto y mantiene una larga conversación con ellos. Les explica como “tenía” que suceder. Así lo había anunciado Jesús, pero no lo entendieron; no cuadraba en sus ideas y expectativas. Que la muerte de Jesús sea un paso a la vida, que Dios nos traiga la salvación en el aparente fracaso de Jesús, que la cruz sea camino de salvación, eso es demasiado para su capacidad de comprensión.

“En la cruz está la salvación”. ¿Aceptamos esta verdad? El sufrimiento suele ser la piedra de escándalo en la que tropieza nuestra fe. No la aceptamos cuando nos quedamos en el momento actual. Podemos aceptarla si miramos desde la meta. Si solo vemos el ahora, nos consumimos en dudas y protestas. Solo desde la meta a la que estamos llamados llega la luz.

También en nuestra vida hay un "tiene”. Permanece en toda su dureza: enfermedades, desgracias, decepciones, la soledad de la vejez, incomprensión y tantas otras cosas. Sería poco honesto querer suavizar estas durezas con frases piadosas. No sería honesto tampoco silenciar que mucho de esto sucede por culpa de los hombres. No sería cristiano resignarse en el sufrimiento que se puede evitar, no erradicar del mundo aquel mal que podemos eliminar. Pero queda siempre un resto que no podemos evitar, un sufrimiento que hemos de soportar en la fe en Cristo resucitado. Soportemos de buena voluntad las circunstancias no deseadas y desgraciadas y, a pesar de ellas, permanezcamos en nuestra esperanza.

Los discípulos de Emaús le han pedido al acompañante desconocido que se quede con ellos. Luego, parte el pan y comparte un trozo de su vida con sus amigos. Solo en la comunidad así surgida pueden los discípulos reconocer a Jesús. Cuando se sentaron a la mesa “se les abrieron los ojos y le reconocieron”.

Un cristiano y una comunidad pueden siempre estar ciertos de la presencia de Cristo al celebrar la eucaristía. El gran signo de la resurrección del Señor.

En el signo de partir el pan en la eucaristía dominical reconocemos siempre la cercanía de Jesús que no nos abandona. Señor, quédate con nosotros al atardecer de nuestra vida como fuente de esperanza y de consuelo.

+Roberto de Coro
@MonsLuckert