FIESTA DE SAN JOSÉ
19 DE MARZO
Mt 1, 16, 18 – 21. 24 A
Cuando celebramos la fiesta de un santo pensamos en las personas queridas que llevan ese nombre. En el día de hoy, en todos los hombres y mujeres que veneran a San José como su patrono. En muchas familias alguno o algunos miembros llevan este nombre. Les felicitamos de todo corazón y le deseamos que por la intercesión del Santo sea bendita su vida hasta la hora de su muerte. Pues San José es el patrono de los moribundos.
Cuando Juan XXIII fue consagrado Papa en San Pedro de Roma el 4 de noviembre de 1958, dijo en su alocución las siguientes palabras: “yo soy José, vuestro hermano”. Así en otro tiempo se dio a conocer a sus hermanos en Egipto. Así quería ser este Papa, como un hermano entre hermanos. Si hablamos de María como nuestra hermana en la fe, podemos designar a José como nuestro hermano en la fe. “yo soy José, vuestro hermano”. Su actitud de fe es de hecho un ejemplo para los cristianos de hoy. Su talante puede ser también para nosotros hoy una orientación en medio de todas las preguntas y dudas que nos penetran, queremos permanecer unidos a Jesús, el hijo de Dios y nuestro hermano. Con Jesús y para Jesús queremos vivir como lo hizo José.
Los evangelios no nos han transmitido ni una sola palabra de José. Solo nos cuestan sus hechos. Y en cuatro ocasiones José escucha sin hacer una pregunta. Se coloca en las filas de los grandes oyentes de Israel, desde Samuel: “habla Señor que tu siervo escucha”. Hasta Salomón en el sueño de Gabaón: “dame Señor un corazón que sepa escuchar”. En estos tiempos de tantos ruidos, de tantos gritos, de tanta bulla, de tanta inflación de palabra, hacen falta hombres y mujeres como José que escuchen y que actúen.
José realiza su tarea diariamente a la sombra de María con toda fidelidad. Es una labor oscura que no lograría nunca salir en televisión ni merecería una sola línea de cualquier periódico. Y hasta dentro de la Iglesia necesitó 1600 años para que lo declararan santo. Y a él no le importaba esta postergación porque se consideraba como un camino que se utiliza y se olvida. En estos tiempos de cultos a las estrellas, necesitamos hombres y mujeres como José que realicen su tarea con fidelidad sin esperar ni las gracias, ni el aplauso.
José asume las dificultades y no se sacude las responsabilidades. La situación de José es harto complicada y embarazosa. ¿Qué ideas pasarían por la cabeza de José en aquella amarga encrucijada de su vida? ¿Qué hacer? ¿Rechaza a María a causa del embarazo y la apedrean según la costumbre? ¿o cierra los ojos, se aviene, con ella y cría el hijo de un desconocido? Un laberinto de dudas e incertidumbres. Pero en medio de ellas queda claro que el hombre justo no juzga ni condena. Opta por estar a favor de María y en su afán de ayudarla decide repudiarla en secreto. Las palabras del ángel le llevarán por otro camino y no se sustraerá a la responsabilidad cuando nazca el niño. En estos tiempos de búsqueda del propio interés se precisan hombres y mujeres que no se echen atrás ante las tareas que plantean la vida y se hagan responsables en las grandes dificultades.
En lugar de quejarse, José actúa; en lugar de quejarse; José ayuda, y no le faltaba una larga letanía de motivos para quejarse: tener que ir a Belén a empadronarse, en el estado en que se encontraba su esposa, porque el de arriba lo manda. No encontrar sitio en la posada. Tener que acostar al niño en un pesebre. Escapar de la persecución de Herodes que quiere matar al niño. La huida a un país lejano para vivir allí como emigrante extranjero.
En todos estos avatares hay que valorar el apoyo que supuso para María y Jesús la compañía fiel y protectora de José que no se queja si no que ayuda. Algunos ocupados con nuestras quejas dejamos de ayudar y de hacer lo inmediato. Seamos en estos hombres y mujeres como José que prefiere ayudar a quejarse. Más vale encender una pequeña luz que lamentarse sobre la oscuridad.
+Roberto de Coro
@MonsLuckert