DOMINGO 16-2-2014
VI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO
LO IMPORTANTE NO ES APARECER, SINO SER CRISTIANO
Mt 5, 17 – 37
Jesús pide una perfección mayor que la de los letrados y fariseos en la línea de la limpieza de corazón.
Limpios de corazón es el que no abriga malas intenciones contra el prójimo y se traduce en la verdad y la transparencia de la conducta, cultiva la inocencia y crea una sociedad donde reina la confianza mutua. La perfección que Jesús pide no se consigue con la mera observancia de las leyes y ritos, sino con la buena disposición hacia los demás y la sinceridad de la conducta. Jesús aboga por una sociedad donde todos estén dispuestos a prestar ayuda y donde nadie abriga malas intenciones contra los demás.
A los ojos de Dios la gente y sus necesidades son más importantes que el cumplimiento del domingo y el procurar la paz, recomponiendo la unidad rota por una ofensa tiene prioridad sobre todo acto de culto. La voluntad de Dios, Padre bueno, es el bien de los hombres, sus hijos. Y el ideal al que hay que tender es ser comprensivos y misericordiosos como lo es el Padre; amar como él nos ama.
Así, no basta con no hacer el mal al prójimo, no robar, no matar, no desear… Jesús apunta hacia que es necesario hacer el bien, hacia un mayor amor: dar la vida. No es cuestión de vengarse, sino de perdonar. No es cuestión de no odiar, sino de amar al enemigo. No es cuestión de no cometer adulterio, sino de ser fiel, con amor creciente hasta el final. Este siempre mas es lo típico del buen cristiano. Este siempre más que es el espíritu del sermón del monte que escuchamos este domingo.
No matar es un mandamiento muy antiguo. En nuestro tiempo no haría falta ni siquiera nombrarlo; están las declaraciones de los “derechos humanos”… sin embargo, por desgracia, parece que nunca como hoy vale tampoco la vida humana. Además, de las situaciones contrarias a la vida como las guerras, los genocidios, el terrorismo…existe en nuestra sociedad una amplia red que bien se puede considerar como una verdadera amenaza contra la vida. Están las agresiones estructurales, estados de opinión generalizada, actitudes y mentalidades violentas, el hacer objeto de distracción y diversión el que un hombre quite la vida a otro hombre. Esto hace el que se esté hablando de la cultura de la muerte. Cultura de la muerte trágica actualmente en nuestro país.
La Palabra de Dios además de las formas graves de violencia, nos habla de la exigencia de potenciar la vida y realizarla en un sentido pleno en el precepto: amarás al prójimo como a ti mismo. A esta exigencia de respeto y realización más amplia se opone la injusticia, la pobreza, la opresión. El libro del Eclesiástico denuncia la injusticia como un atentado contra la vida: la vida del pobre depende del poco pan que tiene quien se lo quita, es un asesino.
Quitarle el sustento al prójimo es como matarlo; no dar al obrero su salario justo es quitarle la vida. El Concilio Vaticano II haciéndose eco de los padres de la Iglesia, nos dice: alimenta al que tiene hambre, porque si no lo matas. No basta con abstenerse de la acción externa, se dan formas más sutiles de matar: el insulto, la descalificación, van matando poco a poco al hermano. El insulto y el desprecio, cuando llegan a excluir al otro del propio trato, se asemejan al homicidio, ya que al negarse aceptarlo en el corazón ya lo has matado. Todo el que aborrece a su hermano, es un homicida nos dice San Juan. Por tanto, para no matar, de alguna manera hay que amar.
Seamos en la vida signo del amor, que hemos experimentado en la celebración de este domingo. Seamos amantes de la vida y de la cultura de la vida, sobre todo ante las personas más débiles y necesitadas. Ante los que sufren seamos como el buen samaritano.
+Roberto de Coro
@MonsLuckert