XXXIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO
¡QUE VIENE EL LOCO!
Lc 21, 5 – 19
El “coco” o el “loco” es sin duda una de las invenciones de los adultos más eficaces para obtener con facilidad la sumisión de los niños. ¡Cuántos niños se han dormido ante el temor del “coco o del loco”, para permitir a sus padres andar de tertulia o al cine! Pero hay también otro “loco” que hace su aparición insistentemente en la historia; con él los ricos y los poderosos políticos consiguen fácilmente la sumisión de los pueblos. No hay arma más rentable en manos de los conservadores que el miedo con que tratan de intimidar a los demás. Ese “loco” puede disfrazarse de inflación, de orden público, de guerra nuclear, de golpe, de “fin del mundo”.
Con tales amenazas, más o menos verosímiles, ilustradas con algunos hechos aireados o estadísticas manipuladas, se espera reducir por miedo a la población, para que renuncie a sus legitimas aspiraciones, para que renuncie a que se le haga justicia, para que ceda en sus derechos, para que se apriete el cinturón y, en definitiva para que se someta como siempre a los intereses de los poderosos. Lo que se pretende es que todo siga igual. Igual de mal, claro, o, mejor dicho, igual de mal para los de siempre, es decir, para los pobres, pero igual de bien para los que mandan, para los que detentan el poder económico de un país.
Pues bien, no va a venir el “loco”. No es ese al menos, el sentido “fin del mundo” que se anuncia en el evangelio de este domingo. Al contrario, el “fin del mundo” es precisamente el anuncio del fin de todos los “locos”, de sus inventores y de sus explotadores.
El mundo tiene fin, no precisamente el de los astros, sino el de los hombres, o sea, ese mundo donde unos cuantos tratan de amedrentar a los demás con la superpoblación, la escasez de energía, la guerra nuclear, o la necesidad de la selectividad.
Porque es sangrante comprobar que son los países de mayor densidad demográfica los que tienen miedo del crecimiento demográfico de los otros; son los países que despilfarran la energía los que tienen miedo de que también la utilicen los demás; son los países armados hasta los dientes los que meten miedo a los demás para que se desarmen y son los que acaparan títulos universitarios los que justifican la selectividad contra los otros.
El “loco” con que quieren meter miedo a los demás, no es más que su temor a tener que compartir y perder su privilegiada situación. Y eso tiene que acabar.
Con frecuencia nos adelantamos al ver que todo sigue igual y que nada parece tener remedio. Otras veces somos víctimas de voces interesadas y de rumores intencionados que nos amenazan con ese “loco”. Pero no hay tal “loco”. El sistema no es “Dios”, podemos cambiarlo. Pasan las estructuras de este mundo, porque este mundo tiene un fin. Lo cual no es motivo de temor para los creyentes sino de responsabilidad y de gran esperanza.
El fin del mundo es la desacralización del mundo, el reconocimiento de que solo Dios es Dios y todo lo demás ha sido entregado a las manos de los hombres.
+Roberto de Coro.
@MonsLuckert