REFLEXIONES DEL PASTOR
DOMINGO 13-12-2015
III DOMINGO ADVIENTO
¿VIVIR ALEGRES?
Lc 3, 10 – 18
Muchos domingos comenzamos las lecturas de los textos
evangélicos con las palabras “en aquel tiempo…”. Hoy esta frase no es
una expresión rutinaria. Hace referencia a los datos históricos del
Evangelio del pasado domingo, que comenzaba diciendo: “en el año 15 del
reinado del emperador Tiberio…”.
Esta situación en la historia es un
dato de gran importancia teológica y para la vida del creyente, para
nuestra vida: Dios se ha hecho hombre en la historia humana; el hijo de
Dios se ha encarnado en nuestras vidas, en sus gozos y esperanzas, en
sus angustias y tristezas. En esa historia humana él ha pronunciado unas
palabras y ha realizado unos gestos humanos y divinos a la vez. Y la
espiritualidad cristiana, ella para siempre una espiritualidad de
encarnación, de presencia redentora en la vida de los hombres y mujeres
de todo tiempo y lugar. A esa presencia redentora y transformadora en el
mundo estamos llamado todos nosotros. Es el proyecto de Dios, el Reino
de Dios, que a través de los creyentes se hace presente en la vida de
los hombres.
¿Qué tenemos que hacer? Ha sido predicado por los
bautistas y sus contemporáneos, y lo hace de una manera apremiante,
invitando a la conversión de vida. Es una llamada a que las cosas
cambien, a que lo torcido se enderece, y montes y barrancos se igualen,
para ser posible el camino del Señor. Ante esta llamada la gente
responde y pregunta a Juan: “entonces, ¿Qué tenemos que hacer?”. Aquí,
en nuestra propia vida, en la llamada de Dios y en la respuesta humana
se sitúa el texto evangélico de hoy y nos situamos nosotros mismos hoy:
hoy, ¿Qué tengo que hacer yo? ¿Qué tenemos que hacer nosotros? ¿Qué
tiene que hacer nuestra comunidad y la Iglesia toda ella?
Una respuesta que nos afecta a todos. Hay una primera
pregunta y una primera respuesta que nos afecta a todos: compartir el
vestido y la comida, los bienes fundamentales, primarios, aquello de lo
que nosotros disfrutamos y de lo que ningún humano debería carecer. No
podemos preparar la venida de Jesús si no estamos dispuestos a abrir
nuestra mesa a los pobres, habiendo como hay tantos necesitados de lo
mismo humano, la llamada de Juan nos afecta muy directamente. Es una
llamada a nuestra conversión personal, tenemos que ser solidarios.
Preguntan después los que tienen alguna responsabilidad en
la gestión de los bienes del pueblo y en el ejercicio del poder, de la
fuerza. Serían hoy los servidores del Estado de nuestra patria
Venezuela, de la convivencia internacional en este mundo globalizado.
¿Al servicio de qué o de quiénes dirigen su gestión? Justicia, honradez y
búsqueda de la paz, parecen que son criterios los del Bautista,
necesarios para la convivencia humana de todos los tiempos. Frente a
ellos emergen cada día ante nuestros ojos las injusticias, una
corrupción muy generalizada y el abuso de la fuerza en las relaciones
internacionales. Los creyentes haríamos bien el enderezarnos por
cuestiones tales como los presupuestos del Estado venezolano y su
distribución, por las inversiones en el gasto social y en la ayuda a los
más débiles, por la carrera de los armamentos y por el pacifismo, por
la defensa de los derechos humanos. La presencia pública de los
cristianos es otro de nuestros caminos de conversión una tarea todavía
no asumida.
Necesitamos políticos cristianos que sean transparencia del
Señor y que asuman todas estas exigencias de que las leyes bajen a
resolver los problemas de nuestro pueblo y que los grandes recursos
petroleros se distribuyan con justicia en los pueblos hambreados del
pueblo venezolano.
Hemos comenzado una nueva etapa en el país y eso lo urgimos de nuestros actuales congresantes.
Estamos invitados a la alegría. Detrás de estas
exhortaciones éticas, y como fundamento ultimo de ellas, está la espera
del Mesías, el anuncio de Juan de que ese Mesías viene ya con Espíritu y
fuego. Es la Buena Noticia cuyo cumplimiento estamos preparando en
nuestros domingos de Adviento.
La alegría en el Señor es la mejor manera de esperar el
nacimiento de Jesús. Pero, ¿es posible esperar la navidad con alegría en
un mundo, el nuestro, en el que abundan el hambre y la miseria de
tantos hermanos? ¿No nos están vendiendo una droga de olvidos e
ilusiones ilusas? Y pese a todo, las razones de nuestra alegría son
ondas y hacen real esperanza de que en un mundo nuevo es posible, que
aun cabe “una alegría que lo será para todos, todo el pueblo”. Viene el
Señor, viene el que dirá de sí mismo que él es el Camino, la Verdad y la
Vida. Y estas tres palabras vivas encierran toda la vida del mundo y la
nuestra propia.
Hoy van a sonar entre nosotros palabras de regocijo,
jubilo, alegría y gozo. Estamos a 10 días de la navidad. Porque la
salvación que Dios anuncia y que ya está cerca va de la mano de la
alegría. Que esos dones de Dios y su Buena Noticia, transformen nuestra
vida.
+Roberto de Coro
@monsluckert