Reflexiones del pastor. ¿Quién es Cristo para mí? Domingo, 1/3/2015

REFLEXIONES DEL PASTOR
DOMINGO 1-3-2015
II DOMINGO DE CUARESMA

¿QUIÉN ES CRISTO PARA MÍ?
Mc 9, 1 – 9

El texto evangélico que nos ofrece la Iglesia en este domingo segundo de Cuaresma está situado a continuación de la pregunta de Jesús a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Esta pregunta está colocada en el centro literario del Evangelio de Marcos y es el punto cumbre del mismo. Pedro toma la voz para responder: “tú eres el Mesías”. Pero la imagen de Mesías que tiene Pedro no coincide con el sentido de Jesús, por eso cuando Jesús comienza a explicarles el camino que el Mesías debe recorrer, Pedro se pone a reprenderle. Pretende decirle a Jesús lo que tiene que hacer. Semejante insensatez de Pedro obtiene la respuesta muy seria por parte de Jesús: “apártate de mí satanás”. “Ponte detrás de mí”, parece la solución más correcta. Pedro, como todo discípulo, deberá aprender a caminar detrás de Jesús, siguiendo sus pasos, cargando con su cruz, para alcanzar con Él la gloria, la plenitud del camino. Solo siguiendo a Jesús se llega a conocerla.


Es difícil el seguimiento de Jesús. Aquí se sitúa el pasaje que leemos conocido como la “transfiguración de Jesús”. Estamos ante uno de los relatos más importantes del Evangelio. Recoge aquella misma voz que ya se ha oído en el bautismo de Jesús, y atestigua, con la presencia de Elías y Moisés, que Jesús es la plenitud de la revelación del Antiguo Testamento. El Padre da testimonio a favor de su hijo muy amado, que deberá ser escuchado por todos aquellos que quieran pertenecer al nuevo pueblo de Dios. La “montaña alta” nos indica una revelación divina importante. El lugar clásico de la manifestación de Dios, como en otro tiempo hizo Moisés.

Otro detalle del texto es que, según dicen muchos comentaristas, Jesús quiere que contemplen su gloria los mismos discípulos que más tarde serán testigos de su tristeza y angustia en Getsemaní. La luminosidad de la transfiguración es anticipo de la gloria del resucitado. 

Marcos hace notar que Pedro no entiende, tampoco ahora, el sentido de la escena en el monte: “no sabía lo que decía”. ¡Qué difícil entender el camino de Jesús!

Este relato nos enseña que la historia no es para el discípulo una crónica gloriosa, sino el final de los acontecimientos, allá donde la entrega confiada al Reino lleva o puede llevar hasta la muerte y la resurrección.

“Si me matan, resucitaré en el pueblo”, decía el nuevo Beato Oscar Romero, obispo mártir de Centro América. Un hombre de Dios, cuya biografía y ejemplo pueden hacernos mucho bien. Su beatificación alegra al pueblo sufrido de América Latina, porque parece que fuera vida de los pobres y perseguidos la que cambió la suya propia, ayudándoles a comprender la Buena Noticia de Jesús, encarnada y traducida en la vida de su pueblo pobre.

Muerte y resurrección son para Jesús y para el discípulo la gloria máxima y definitiva que ha tenido su inicio en la entrega generosa y esperanzada al servicio del Reino de Dios ya en este mundo. La entrega y la muerte tienen sentido. La luz vence las tinieblas, y nosotros podemos celebrarlo ya. Nuestra esperanza no quedará defraudada, porque “Dios está con nosotros y nos da todo en Cristo” (Romanos 8). Pero no como huida de la vida, sino como encarnación en ella con un rostro alegre y transfigurado. “Vamos hacia la transfiguración feliz de nuestra existencia siguiendo las huellas de la resurrección de Jesús”. 

La Cuaresma camino hacia la Pascua. Si tratamos de vivir de esta manera, la Cuaresma apuntará, litúrgicamente y en nuestra vida, hacia la luminosa Noche Pascual. También nosotros haremos bien en preguntarnos, como los apóstoles, qué quiere decir eso de “resucitar de entre los muertos”. ¿Cuál es nuestra aportación para que vivan los hombres y mujeres con quienes nos ha tocado compartir esta porción de la Historia de la Salvación? ¿Qué transfiguración de la realidad aportamos? ¿Qué luz desprende nuestro encuentro con la divinidad?, ¿Qué morir aportamos para que nazca el Reino de Dios? ¿Qué hacemos, en definitiva, para que la rutina no se apodere de nuestra fe, y podamos celebrar nuestra propia pascua con esa alegría desbordante?

El Señor nos ha sentado un domingo más a su mesa, mesa llena de pan y de palabras. Que nuestro encuentro con Él transfigure nuestras vidas y nos haga testigo de la suya en el mundo.

+Roberto de Coro

@MonsLuckert