REFLEXIONES DEL PASTOR
DOMINGO 18-1-2015
III DOMINGO TIEMPO ORDINARIO
MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?
Jn 1, 35 – 42
Es la pregunta que le hacen
a Jesús dos discípulos de Juan. Jesús “pasaba” y Juan se lo presentó: “este es
el cordero de Dios”. Para el israelita piadoso, la expresión “cordero de Dios”
evoca la historia de salvación realizada por Dios con su pueblo, rememorada
cada año en la fiesta de Pascua con el sacrificio de los corderos. Este
“cordero” es también la víctima inocente, el siervo de Yahvé de los cantos de
Isaías, que carga sobre sí los pecados de la humanidad. Por eso, la
presentación que el bautista hace es bien sugerente y efectiva, y los
discípulos se sienten orientados hacia aquel personaje y le siguen.
Como ocurre con tanta
frecuencia en los evangelios, la respuesta de Jesús es una invitación al
seguimiento. Pero para Jesús no se trata de almacenar saberes, sino de vivir
una experiencia: “vengan y lo verán”.
Tal vez uno de los errores
que hemos vivido y seguimos viviendo en la Iglesia es que hemos desarrollado
mucho el conocimiento y las teorías, que con ello hemos creado de divisiones
entre formas diversas de pensamiento y que hemos olvidado con frecuencia el
proyecto de Jesús: la fraternidad universal y la paternidad de Dios, que
muestra su amor a todos en su preferencia por los pobres y por los que sufren.
Y esto nos ha ocurrido
incluso con la Biblia. La Biblia es solo la Palabra de Dios cuando somos
capaces de llegar a la cumbre de su significado: “la Palabra se hizo carne y
habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). La Palabra, lo que llamamos y veneramos como
“Palabra de Dios” es mucho más que un libro: es una persona, Jesús de Nazaret,
plenitud de lo que Dios es cuando se dice a sí mismo en sus “logos” hecho
hombre en la historia humana, para hablar a los hombres la Palabra de Dios y el
amor que Dios les tiene. No es una Palabra para ser conocida, sino para ser
encarnada y vivida.
El conocimiento del Dios
cristiano solo se alcanza en el seguimiento de Jesús. Por eso, la invitación de
Jesús a los discípulos de Juan, “vengan y lo verán” no es un capricho del que
busca a ser prosélitos, pecado muy frecuente. Solo Jesús debe ser seguido. Juan
lo tiene bien claro: “Él es más grande que yo” y señala a sus discípulos a
quien deben seguir: “conviene que Él crezca y yo mengue”.
La búsqueda de Jesús, el
encuentro con Jesús, el seguimiento de Jesús es el sentido de la vida de todo
cristiano: “Esta es la vida eterna que te conozcan a ti, único Dios verdadero y
a tu enviado Jesucristo”. Un conocimiento en el que toda la persona y toda su
vida se sienten implicadas e interpretadas.
Muchas homilías comentan hoy
como quedó grabado aquel encuentro en el corazón del que los delata. Pasado
muchos años recordará que serían “las 4 de la tarde”. Seguramente todos
nosotros recordamos momentos en los que ocurrió algo importante en nuestra
vida. La experiencia a la que Dios nos llamó y nos sigue llamando, ese momento
que Jesús desea para nosotros: “nuestro encuentro con él”.
Desde su encuentro con Jesús
los discípulos se convierten a su vez en nuevos “presentadores”: “Hemos
encontrados al Mesías”, dice Andrés a su hermano Simón Pedro y lo lleva a
Jesús. Jesús se le queda mirando y le dice: “tú eres Simón; tú te llamaras
Cefas”.
También aquí debemos conocer
la importancia que tiene en el mundo israelita el dar nombres a las personas y
el significado que ello tiene en el futuro y en la actividad de esa persona. Se
cierra así el ciclo del encuentro con Jesús: la vida, mi vida tiene un
significado a la luz de Jesús. Algo tengo que hacer yo en lo que él ha venido a
hacer al mundo, he quedado implicado en su tarea, en su proyecto, en la
realización del Reino. Para que lo podamos hacer, nos dijo que estaría con
nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y que su espíritu nos iría
conduciendo hacia la verdad completa. Un espíritu capaz de transformar los
dones que vamos a poner en el altar y que tiene fuerza para transformar también
nuestras vidas.
Nuestra respuesta a la
llamada de Dios la vamos a vivir en la sociedad y en el mundo cuando salgamos
del templo. En la familia, en el trabajo, en nuestra presencia ciudadana. En
esos momentos, con la palabra y con la vida, nuestro testimonio puede llevar a
otras personas al encuentro con Jesús.
El Señor nos acompaña,
seamos en el mundo transfiguración de Jesús el Señor.
+Roberto de Coro
@MonsLuckert