REFLEXIONES DEL PASTOR
DOMINGO, 4-1-2015
EPIFANÍA DEL SEÑOR
DIOS SE MANIFIESTA EN JESÚS
Mt 2, 1 – 12
Ciertamente que en esta
comunidad que estamos celebrando la fiesta de la Epifanía habremos muchas
personas que hemos hecho planes de futuro; algunos tendremos proyectos, algún
viaje con amigos o con familiares; y por supuesto, que conocemos cristianos que
se están juntando con otros, y desde ese tiempo, para revisar sus propios
planes personales de vida.
Este es uno de los mejores
regalos que las personas recibimos a lo largo de nuestra vida: alguien ha hecho
posible que lleguemos a descubrir la importancia que tiene para nosotros el no
vivir solo, el sentirnos acompañados, el vernos apoyados e interpelados por la
palabra y por la vida de nuestro compañeros de camino.
Estas personas se convierten
en imprescindibles cuando en el proceso de nuestra vida aparecen los problemas
y las dificultades: las enfermedades físicas o psíquicas, la muerte de algún
ser querido, la pérdida del puesto de trabajo, no encontramos salida en las
malas relaciones con los hijos, con las parejas, etcétera. Compartirlos y
buscar la salida conjuntamente aligeran la carga que los mismos suponen. Ante
la situación de acomodo que el sistema nos ha colocado es difícil hoy descubrir
a nuestro alrededor personas que buscan. Por un lado, el individualismo que nos
invade impide solicitar ayuda o, simplemente, unirse a otras personas para plantearse
cosas en común; por otro, el afán de meter dentro de las casas toda clase de
objeto de más o menos valor nos hace difícil no sentir miedo ante el diferente
que puede arrebatarnos lo que él no tiene.
Pero podemos estar seguros
de que ahora, como en todos los tiempos, existen hombres y mujeres
insatisfechos con el presente estado de cosas. Sueñan con otro mundo posible,
con situaciones más propensas para el desarrollo sostenible de personas, de
pueblos y de la misma naturaleza. Ciertamente esta gente debe abundar en nuestro
país.
Como aparece en el relato de Isaías, respecto a la
marcha hacia la libertad que el pueblo de Israel va a emprender, es preciso
ponerse en pie y descubrir las luces que nos indican el camino que conduce a
situaciones más humanas que permitan construir un mundo justo y fraterno. Este
año se nos alumbra el camino, tenemos la posibilidad de escoger, de ir a
cumplir con nuestro deber de votar y elegir nuevos legisladores, es una
esperanza que se abre en la busca de las muchas soluciones que está exigiendo
el país.
Cuando se emprende un camino, una nueva etapa en
la vida, un año nuevo o una simple excursión, se hace con la ilusión de llegar
al final, con el bullicio que produce el estrenar zapatos nuevos, calendarios,
o nuevos objetivos; estamos llenos de energías y de buenos deseos. Pero todos tenemos la experiencia de que tarde o
temprano aparecen las dificultades en nosotros mismos, en los demás; recibimos
propuestas o solicitudes para cambiar de ruta, para entretenernos en cosas más
placenteras y olvidarnos de las ilusiones de tiempo pasado.
Los objetivos primeros se difuminan, se pierden,
y nos quedamos parados o nos dedicamos solo a lo que nos parece más provechoso
para nosotros y para los nuestros. Los pasos cada vez se hacen más costosos y
pesados, el camino se pone cuesta arriba y pensamos en renunciar y volver a lo
de antes.
Necesitamos recuperar fuerza, renovar la
confianza en nosotros y en los demás; en ocasiones solicitar ayuda, preguntar,
juntarnos a otros. Esto es lo que hacen los magos cuando pierden su estrella;
acuden a las personas que ellos piensan que también buscan lo mismo aunque sean
de otra nación o de otra religión.
El pasaje de los magos, exclusivo del Evangelio
de Mateo y que está lleno de simbolismos, nos ayuda a comprender que al secreto
escondido de Dios se llega también por caminos diferentes al religioso y que,
en ocasiones, las personas religiosas no se mueven de sus seguridades cultuales
y de meros cumplimiento de normas.
Estos personajes ponen en común sus luces, las
que han hecho posible que abandonen la seguridad de sus casas; comparten la
dificultad que se les plantea al perder de vista lo único que tenían claro: la
estrella que les guiaba. Y depositan lo que tienen, sus cofres, a los pies de aquel
que reconocen como el depositario de todas las promesas y de todos los
proyectos para la humanidad: un niño con su madre.
Así ha sido siempre y lo sigue siendo; un niño
es un proyecto de persona adulta al que todos estamos invitados a llegar; una
madre es la imagen de persona que atiende y acompaña la realización de ese
proyecto, sin imponer el suyo propio. Así lo es Jesús para todos nosotros y así
debe ser la comunidad de creyentes para toda la gente que se acercan a
nosotros.
La salvación, realizada por Jesucristo en la
plenitud de los tiempos, no ha llegado a todas las personas ni a todos los
lugares de la tierra. Es preciso que todas las comunidades cristianas,
conducidas y guiadas por la luz que es Jesús hagamos presente en el mundo esa
fuente de vida eterna.
+Roberto de Coro
@MonsLuckert