Reflexiones del pastor. ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? Domingo, 10/8/2014

REFLEXIONES DEL PASTOR
DOMINGO 10-8-2014
XIX DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

¡QUÉ POCA FE! ¿POR QUÉ HAS DUDADO?
Mt 14, 22 – 33

Los seguidores de Jesús, si vivimos nuestras vidas como salvados por la gran misericordia de Dios, nunca nos sentiremos condenados. Nadie podrá serlo, como lo recuerda el apóstol San Pablo en la Carta a los Romanos  8, 38 – 39: “nadie podrá separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor Nuestro”.


Otra cosa es la interpelación que constantemente podemos percibir en la Palabra de Dios y en los hechos de sufrimientos y de gozo en la vida de las personas de nuestro alrededor. El Señor se hace presente en nuestro caminar para que no nos detengamos y procuremos mostrar a los demás, con las palabras y con las obras, que el Reino de Dios está en medio de nosotros.

Las cosas no son fáciles ni para nosotros ni para los demás, requieren el esfuerzo de todos, la capacidad física, mental y del corazón para descubrirnos, hermanos, en la conquista de un mundo más justo y solidario. Y como la historia no lleva estos derroteros, los que más la sufren son los que más nos interpelan.

Los gritos de dolor de los injustamente tratados, las situaciones inhumanas que se producen en muchos rincones de nuestro planeta y particularmente en nuestro país, y todas las personas que no son escuchadas son llamadas constantes a nuestro placido estado de bienestar, debidamente protegido, que no estamos dispuestos a abandonar.

Nos da miedo “andar por las aguas del mar turbulento del mundo” y preferimos la tierra firme y segura en la que no se corre algún riesgo aparente, o la “barca” en la que navegan los que viven  como nosotros, aunque sea acosta de perder relaciones con los seres más queridos. Nuestro tiempo y esfuerzo están dedicados a construir nuestro refugio personal.

Nos fiamos de nadie, aunque sea alguien que vive en medio de esas “tormentas” como lo más natural del mundo, e incluso es feliz. No tiene muchas cosas, pero las que tiene las disfruta y las comparte con los demás. Participa en cualquier causa que considera justa y defiende los derechos de colectivos desfavorecidos, sueña con un mundo que nos parece imposible, tal y como están de mal las cosas. El caso es que él vive como si ese mundo ideal ya existiera a su alrededor.

No siempre los cristianos somos portadores de esa felicidad en la vida que los demás pueden percibir. Se dice que no hay peor agente para la evangelización que un cristiano triste, lo afirma el papa Francisco; más preocupados por lo que hace o deja de hacer, que por lo que es:  una persona salvada gratuitamente por un amor que enriquece y te hace cada vez más necesitado.

La invitación de Jesús a Pedro para que abandone la barca, en medio de la tormenta, es una llamada a poner su confianza en él, que es capaz de enfrentarse solo a todas las dificultades que la vida va presentando. Y caminar, en medio de ellas, experimentando que nada ni nadie podrán hundirlo definitivamente.

Acabamos de escuchar que tanto Jesús después del “éxito” de la multiplicación de los panes,  como Elías después del “fracaso” y amenaza de muerte por parte de la impía Jezabel, suben al monte – lugar de la manifestación de Dios –  a experimentar la presencia y la compañía de Dios para afrontar la misión encomendada.

Pablo, en la segunda lectura, se muestra dispuesto a renunciar a esa seguridad, para que sus hermanos de raza gocen de esa presencia y compañía del Dios de Jesús y les quite todos los miedos a abandonar las “seguridades” de la ley y del templo. Pablo está dispuesto a volver a hacer con ello el proceso que a él tanto le ha costado.

La Iglesia y nosotros, en ella y con ella, recibimos hoy una clara interpelación a como estamos desarrollando la acción misionera que Jesús nos ha encomendado: debemos procurar acompañar a los cristianos en su proceso de abandonar la seguridad en la barca (Iglesia) llena de gente y salir a caminar por las aguas que se mueven (“los gozos y las esperanzas de los hombres de nuestro tiempo”) y que se agitan a nuestro alrededor.

Que esta Eucaristía nos ayude a dar el paso siguiente en nuestra experiencia de creyentes, nos ayude a serlo con los demás, porque nadie está “perdido” y nada hemos alcanzado. Hermanos, que todos sigamos caminando en el mar movido de nuestro tiempo con la confianza puesta en el Señor Jesús que nos salva.

+Roberto de Coro.
@monsluckert