REFLEXIONES DEL PASTOR
DOMINGO 22-6-2014
FIESTA DEL CUERPO DEL SEÑOR
UNA VIDA ENTREGADA
Jn 6, 51 – 59
Hoy celebramos la fiesta del inmenso amor de
Dios al mundo: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio hijo, para que
todo el que crea en Él tenga vida eterna”. Hoy es el día del amor de Jesucristo
a los hombres, es la fiesta de su cuerpo y de su sangre, pero un cuerpo
entregado y una sangre derramada, toda una vida al servicio de los demás hasta
la muerte. En la tarde de la despedida, Jesús ha podido decir con toda la
verdad: “nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por los amigos”.
A esta entrega de amor y de amistad somos
invitados también nosotros. A comer su Cuerpo y a beber su Sangre, para ser
nosotros por Él, con Él y en Él, hombres y mujeres entregados para dar la vida
al mundo. Esta es la verdadera adoración, estos son los verdaderos adoradores
que el Padre quiere en espíritu y en verdad: imitadores de Cristo en la entrega
por los hermanos para que vivan.
La historia de este amor divino, que se sigue
prolongando cada día en la historia de la humanidad, la sitúa la primera
lectura de hoy en el comienzo de la historia del pueblo de Israel, en el
recuerdo de la acción liberadora de Cristo con su pueblo: “recuerda, no te
olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, y que te
alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres”.
Esta marcha hacia la libertad se ha iniciado en
un día santo que el pueblo de Israel celebra y prolonga de padres a hijos, de
generación a generación, y que también Jesús como buen judío agradecido celebró
con sus discípulos en el atardecer de aquella Pascua en Jerusalén, en la que
bajo los signos sacramentales del pan y del vino nos dejó el sacramento primero
de su amor entregado, de la alianza de Dios nueva y eterna para la salvación de
los hombres: “el que come de este pan vivirá para siempre”.
Esta fiesta de hoy, esta solemnidad del Cuerpo y
de la Sangre de Cristo debemos celebrarla como la celebró nuestro Señor, en una
verdadera entrega generosa por los demás, este año de manera muy particular podríamos
insistir en una frase: “NADIE SIN FUTURO”.
Dios ha enviado a su hijo al mundo para darnos
vida, una vida abundante. Y una persona sin futuro es un ser muerto, mejor
matado. No hay nada en su horizonte, no le cabe esperar un mañana mejor, se
desea la muerte y tal vez es consciente
de que no tiene futuro porque otros se lo han robado. No es uno que
muere, individuo, pueblo, sino uno al que se deja morir como sucede de manera
tan cruel en nuestra sociedad injusta en la que hay tanta miseria, tanta
marginalidad, en la cual unos viven en abundancia y otros viven en el total
abandono y depredación moral.
Por eso la fiesta de la caridad que es la fiesta
del Corpus nos debe animar a proyectarnos en concreto a que nadie en nuestro
país no tenga futuro, a que nadie en nuestro país viva sin esperanza, porque
tenemos que ser todos protagonistas de esa redención social de nuestro pueblo.
Si al acercarnos hoy a la mesa de nuestra
eucaristía comemos de verdad la carne del Hijo del hombre y bebemos dignamente
su sangre, tendremos en Él vida eterna, y nos resucitará en el último día. Con
esperanza y agradecimiento nos acercamos al altar pidiendo a Dios que sepamos
transformarnos en aquello que recibimos para llevar también nosotros vida al
mundo, esperanza y futuro para todos.
La eucaristía no es un acto personal
individualista, nos invita a la comunión, a la solidaridad, a abrir los ojos y
ver tantos hermanos nuestros que no le ven futuro al país y se deprimen, se
asustan, se angustian, pero nosotros los creyentes, adoradores y comensales del
cuerpo de Jesús que nos da vida eterna tenemos que alentar en nosotros y en los
demás esa esperanza de que nadie en nuestro país pueda vivir sin futuro.
+Roberto de Coro
@MonsLuckert